¿Un edificio o un espacio diseñado por un arquitecto o diseñador “de nombre” venden más?
En muchos casos cuando una determinada marca pretende incrementar las ventas o hacerse notar, ficha a un diseñador muy conocido pensando que por el hecho de poner su nombre despertará la curiosidad del visitante, y que todo se traducirá en el incremento de las ventas.
Este comportamiento puede funcionar al principio, por el efecto mediático que conlleva, pero lo esencial es el concepto de negocio. Cada vez más, el resultado final debe ser la conclusión de múltiples variables que una sola persona es difícil que resuelva. El resultado depende del trabajo en equipo, porque si siempre trabajamos de la misma forma y con las mismas personas, el resultado es difícil que sorprenda.
La interrelación entre disciplinas como el humanismo, la psicología o la neurología, pueden ayudar a entender muchas cosas, y dar más pistas al diseño. Sólo después de un análisis previo serio y coherente puede llegar un diseño adecuado. Ya no se trata de usar la expresión “¿te gusta?”, sino de cuestionarse el fondo y no la forma. Acercase al tipo de cliente al que se dirige la oferta no es solamente una visión mercantilista sino de coherencia entre todos los aspectos del negocio, desde la selección del personal, el surtido y el resultado formal último.
En definitiva se trata de acordarse del diseño al final del proceso previo de reflexión. Para que el buen diseño “ocurra” ya no se puede trabajar solo. Hay que saber gestionarlo, y buscar al profesional más adecuado para cada caso. La búsqueda del equipo debe ser global. No se trata de que en el mismo despacho estén los mejores profesionales, sino de elegir al más adecuado en cada caso. Se trata de trabajar con todo el mundo, en red y conectados en sintonía con el cliente.
Un buena solución formal lo es por si misma, no por el nombre del autor. Lo mejor es que nadie se acuerde de quien lo diseñó, sino que se adapte al modelo de negocio. Este trabajo es complejo porque requiere que todos los profesionales trabajen al mismo nivel, sin protagonismos. La genialidad no proviene tanto de una sola persona, sino de la inteligencia colectiva, de formas de trabajar diferentes e imaginativas.
El resultado se obtiene de una actitud diferente a la hora de abordar los proyectos. Es necesario que los arquitectos y diseñadores se acostumbren a que los llamen al final de este proceso y no al principio. Son un medio, no un fin en sí mismos. Han de saber adaptarse y mutar según el encargo.